JÓVENES, CULTURAS Y UNIVERSIDAD
Elizabeth Gallego. Psicóloga - Pablo Granada. Comunicador Social
(VERSIÓN EDITADA - ADAPTADA A CONTEXTO LOCAL)
Fotos: www.nataliaferretti.net
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¿DESDE DÓNDE SE APRENDE?
Más 1.500 millones de personas, correspondientes a más del treinta por ciento de la población mundial son jóvenes entre los 10 y 24 años, rango de edad en el cual están tomando muchas de las decisiones trascendentales. No sólo tenemos hoy en día un número mayor de jóvenes que en cualquier otro momento de la historia, sino que se está ampliando el período tradicionalmente definido como adolescencia: la llegada a la pubertad se está produciendo a edades más tempranas, al tiempo que la edad de contraer matrimonio se retrasa. Al llegar a los 20 años, un 30% de los adolescentes latinoamericanos ya tienen un hijo, y la proporción va en ascenso.
Ante el carácter dinámico del mundo juvenil, todo esfuerzo investigativo unidisciplinar corre el riesgo de captar una imagen distorsionada del fenómeno. Solamente una mirada transdisciplinaria, centrada en lo cultural, permite captar con más fidelidad el mundo de los jóvenes. Es en las manifestaciones materiales y simbólicas de lo cultural donde los jóvenes tejen sus redes de significación e intercambian sentidos (o "sin-sentidos") con el mundo que les tocó en suerte vivir.
Diversos motivos han llevado a estudiar las sub-culturas juveniles. Entre otras figuran los estudios hechos por y para la publicidad, que ven a los jóvenes como un tagrget-group o población-diana de la oferta de bienes de consumo. La salud se ha centrado en ellos como población de alto riesgo para la ocurrencia de enfermedades relacionadas a la salud física o mental. Los gobiernos de los distintos niveles también han abordado lo juvenil como pivote de políticas específicas dirigidas a la atención y prevención del delito. Los sectores económicos ven lo juvenil como una moratoria social que la sociedad capitalista le da al futuro trabajador para que se cualifique como factor de producción o mano de obra.
Lo juvenil a través de la historia:
En la historia reciente se pueden identificar, Según C. M. Perea, tres etapas en la construcción de imaginarios de juventud: En primer lugar la de la juventud imaginada que va hasta los años cincuenta y entendida como "eterno tesoro" y "futuro del país". El joven encarnaba entonces la esperanza futura para el país, dada su heroicidad y vitalidad. Los partidos liberal y conservador se apropiaron esta imagen del joven de manera diferente. Los rojos, en contraposición a los conservadores, resaltaron la imagen de lo juvenil y menospreciaron lo tradicional. Si embargo la juventud era el medio del cual el actor político se beneficiaba, sin colocar elementos que reivindicaran propiamente lo juvenil.
Entre 1950 y 1984 se identifica el período de la juventud subvertora, caracterizada por la crisis de la iglesia y los partidos políticos. Perdida la hegemonía de la Iglesia en el orden de los símbolos que mediaban las practicas sociales, y erosionada la adscripción militante y sectaria a los partidos, surgió una nueva práctica política desde el lenguaje de la guerra. Esta crisis no era más que un síntoma a nivel nacional de la caída del paradigma moderno en el mundo. En este contexto "la dimensión imaginaria de la juventud se funde por primera vez con el ciclo vital específico depositando en los jóvenes la tarea de transformación de la sociedad. La juventud se convierte en portadora de los sueños de la subversión." Revolución simbólico manifesta en los movimientos hippie o existencialista; insurgencia social a través de la militancia política en grupos de oposición legal e ilegal. "Lo que llevó a que el joven esperanza y futuro se trastoque en el joven-problema y desintegrado desde la crítica, la anomia y la altanería."
La Juventud sin máscaras, tercera etapa. La adscripción del joven a bandas lo colocó ya no en el terreno de la moratoria social ni del imaginario de "adulto-futuro". Ahora se hacía presente en la esfera política, social y cultural. En la esfera política hace presencia en los consejos municipales de juventud y en las instancias que definen las políticas de relación Estado-juventud. En lo social, participa en la guerrilla y las fuerzas militares, así como en el proceso de producción, distribución y consumo de drogas. Y en lo cultural, "sus expresiones rotan en torno a la construcción de identidades ligadas a las demandas, expectativas y deseos de un ciclo vital de la existencia." De ser promesas del futuro "pasaron a ser constructores del presente, sin identidad propia, con otros valores y otras formas de construir y dar sentido a la vida."
Al despojarse de las formas tradicionales de representación social que los ubicaban en el "sin lugar" de la utopía pasada o futura, los jóvenes inician la búsqueda de su identidad en el ahora. Y la globalización está a la vuelta de la esquina para ofrecer lo que la tradición no puede. En las fisuras de una identidad afincada en los territorios urbanos, regionales o nacionales, eclosionan las más diversas formas de expresión juvenil. Dinamizadas por el contacto con las culturas "desterritorializadas" del Globo, las sub-culturas juveniles se integran a una "comunidad" transnacional de consumidores, portadora de nuevos universos simbólicos.
Respecto a sus formas culturales, Rossana Reguillo, afirma que los jóvenes "constituyen grupalidades diferenciales, adscripciones identitarias que se definen y organizan en torno a banderas, objetos, creencias, estéticas y consumos culturales que varían de acuerdo al nivel socio-económico, a las regiones, al grado de escolaridad, entre otros factores." Las adscripciones identitarias de las que habla Reguillo plantean un concepto de identidad entendido como acto de apropiación simbólica, pero ya no desde lo territorial sino desde los consumos culturales. La construcción social del concepto juventud la asumimos entonces en términos de moratoria social, generación, género, juvenilización, corporalidad, mercado y tribalización.
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